¡Por fin un cartel feminista con lógica! Así debería ser siempre

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¡Por fin un cartel feminista con lógica! Así debería ser siempre. En tiempos donde la comunicación visual es el rey del diálogo social, es imperativo que cada imagen, cada eslogan y cada cartel tenga más que un diseño atractivo; debe tener una lógica, un sentido crítico y una misión clara. La manifestación feminista se ha convertido en un auténtico fenómeno global que busca no sólo visibilizar la lucha por la equidad de género, sino también transformar el imaginario colectivo. Sin embargo, demasiadas veces hemos asistido a la creación de carteles que, lejos de esclarecer y cultivar el pensamiento crítico, se plagan de slogans vacíos y mensajes confusos. Es hora de un cambio radical.

Imagine un cartel que no solo sea impactante sino que también despierte curiosidad, que no se quede en la parte superficial del activismo. Un cartel que desafíe las normas, que interpele a la sociedad en su conjunto. Este es el tipo de mensaje que no solo se ve, sino que se siente. Necesitamos imágenes que inciten al debate, que sacudan la apatía y que llamen a la acción comprometida. La manifestación feminista es más que una cita en el calendario; es un grito de guerra contra la opresión sistemática. Por ende, esos carteles deben reflejar esta urgencia de manera más coherente.

Uno de los aspectos cruciales de un cartel efectivamente feminista debe ser su capacidad de conectar y resonar con la realidad concreta de las mujeres. No se trata simplemente de repetirse a sí misma; es necesario captar la esencia de las preocupaciones actuales. Un cartel debe señalar no solo los problemas sino también ofrecer respuestas, abrir un espacio para la reflexión. Por ejemplo, en lugar de un mero «Soy feminista», podríamos optar por un mensaje que cuestione: «¿Cuál es tu concepto de feminismo?» Con esta variación, no solo se afirma la identidad, sino que se inicia un diálogo. ¿No es esa la esencia del activismo? Invitar a otros a cuestionarse, a repensar su posición en el mundo.

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El uso de la ironía y el sarcasmo en los carteles también puede ser una herramienta poderosa. Quien haya estado en las calles el 8 de marzo sabe que el humor no está reñido con la lucha. Más bien, se convierte en un vehículo para la crítica social. En vez de declaraciones serias y solemnes, un tono mordaz puede hacer más por el movimiento que mil palabras grandilocuentes. El cartel debe ser un espejo que refleje la disconformidad y a su vez un faro que guíe a las y los interesados en un cambio de paradigma. ¿Cuántas veces hemos visto mensajes que simplemente se limitan a quejarse de la situación sin ofrecer una visión a futuro? Es ahí donde reside la falta de lógica, en esa desconexión entre la queja y la propuesta transformación.

Afortunadamente, en la última manifestación se han visto ejemplos de carteles que no solo amenazan con convertirse en virales en redes sociales, sino que tienen un trasfondo que invita a un análisis más profundo. Uno que se aleja de la superficialidad y se adentra en la crítica del sistema patriarcal. ¿Cómo esto se traduce en una «promesa de cambio»? Un cartel que expresa «El feminismo es la lucha por la humanidad» no solo hace eco a la lucha de las mujeres, sino que invita a los hombres a ser aliados y a cuestionar también su papel dentro de este entramado social. La lógica es contundente: no se trata únicamente de equidad de género, sino de justicia social integral.

Sin embargo, este enfoque lógico y crítico también necesita ser un impulso hacia la inclusividad. Muchas voces aún quedan silenciadas dentro del feminismo: mujeres de color, mujeres de la comunidad LGBTQ+, mujeres con discapacidades, entre otras. Un cartel que no reflote este punto se convierte automaticamente en un mensaje excluyente. La interseccionalidad debe ser el eje central de cualquier propuesta visual en manifestaciones. Un discurso feminista que no contempla todas las complicaciones del ser mujer hoy en día, fracasa en su esencia misma. La fuerza de un cartel no debe estar en lo que grita, sino en lo que escucha.

Las posibilidades son infinitas y, a la vez, extraordinariamente limitadas por la falta de creatividad que a veces asola el movimiento. El reto reside en transformar el activismo visual en una experiencia transformadora en lugar de un mero atractivo estético. La conclusión es ineludible: cada cartel que se eleva en las marchas debe tener una lógica que movilice, que lleve a la acción, que al mismo tiempo informe y respalde propuestas claras.

Por eso, la próxima vez que pienses en crear un cartel, recuerda que este no se debe limitar únicamente a expresar lo que sientes. Debe desafiar, interpelar y, sobre todo, buscar un cambio real en la sociedad. Esa es la lucha que queremos ver; no solo una lucha por el derecho a existir como mujeres, sino una lucha que nos ofrezca la oportunidad de ser parte del diálogo sobre el futuro del género humano. ¡Es tiempo de dotar a nuestros carteles de lógica, a nuestras luchas de propuestas y a nuestras voces de ideas poderosas!

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