¿La huelga feminista es internacional? Luchas globales

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¿La huelga feminista es internacional? Esa pregunta, aparentemente sencilla, encierra una complejidad que merece un análisis profundo. En un mundo cada vez más interconectado, donde los ecos de las luchas tienen resonancia más allá de las fronteras, surge la necesidad de cuestionar si la huelga feminista, un fenómeno que ha cobrado fuerza en diversas latitudes, puede ser considerada verdaderamente internacional. Pero antes de apresurarnos a afirmar que sí, es crucial desmenuzar lo que esto implica y las diferencias concretas que marcan las luchas feministas en todo el globo.

La huelga feminista, simbolizada en el 8 de marzo, ha sido un hito para la visibilización de las desigualdades que padecen las mujeres. En varios países, miles de personas —no solo mujeres— se han unido a esta causa con una voz firme y resonante. Sin embargo, a pesar de la cantidad impresionante de personas que se manifiestan, cada país vive su propia realidad, y es esa realidad la que define el contenido y la urgencia de la lucha.

Tomemos como ejemplo las diferencias entre las luchas en América Latina y las de Europa. En Latinoamérica, las mujeres enfrentan una violencia sistemática que va desde el acoso en la calle hasta feminicidios que parecen no tener fin. Es un contexto de desigualdad arraigada, donde la lucha no es solo por derechos laborales, sino por la vida misma. En este sentido, la huelga feminista en países como México o Argentina no solo busca la equidad salarial, sino que está marcada por la exigencia de justicia para aquellas que han sido víctimas de la violencia de género.

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Por otro lado, si miramos hacia Europa, las luchas pueden parecer diferentes. En muchas partes, las mujeres han ganado, en términos generales, derechos que en otras regiones aún son considerados un lujo. Sin embargo, esto no implica que la lucha esté resuelta. La precariedad laboral, el acoso sexual y la desigualdad salarial persisten, y las manifestaciones cada 8 de marzo sirven para recordarlo. Pero, ¿es esta lucha una? ¿Es la agenda feminista europea equitativa a la de sus contrapartes en otras latitudes? Aquí es donde la noción de «internacionalidad» se vuelve problemática.

Superficialmente, parece que la huelga feminista tiene un enfoque global. Las consignas suelen ser similares: “no somos un objeto”, “ni una menos”, “igual salario por trabajo igual”. Sin embargo, estas frases quedan a menudo desprovistas de un contexto más amplio. ¿Cómo se puede exigir lo mismo cuando las realidades son tan díspares? La internacionalización de la lucha feminista no puede ser un calco de las experiencias de un país a otro. Esto es un desafío que debemos afrontar si verdaderamente aspiramos a una lucha conjunta.

Volviendo a la idea de “huelga internacional”, debemos preguntarnos: ¿qué significa realmente internacionalizar la lucha feminista? Para muchos, la respuesta radica en la solidaridad entre mujeres de diferentes regiones, en compartir recursos, experiencias y crear un frente unido. Pero esta unidad no puede ser superficial. Requiere un entendimiento profundo de las luchas específicas y la manera en que se interrelacionan. ¿Cómo se construye esa solidaridad sin caer en la trampa del paternalismo, donde las experiencias de una cultura son impuestas sobre otra?

La realidad es que las mujeres del mundo tienen que lidiar con un menú variado de opresiones. En ciertos lugares, la lucha está marcada por la falta de acceso a la educación, mientras que en otros se centra en el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos. En muchos casos, ambas opresiones pueden coexistir. Entonces, ¿cómo se puede hablar de una huelga feminista en términos homogéneos? No es suficiente con tener una fecha y un rango de consignas. Hay que ir más allá y reconocer la pluralidad de las luchas.

Además, la visibilidad de la huelga feminista internacional también enfrenta un gran desafío: la mercantilización de la lucha. Cada año, las empresas y marcas se suman a la celebración del 8M ofreciendo productos «feministas» o realizando campañas publicitarias que, aunque en apariencia apoyan la causa, a menudo solo buscan obtener beneficios económicos. Esto plantea una inquietante reflexión: ¿se puede realmente separar la lucha feminista de aquellos que buscan lucrar con el sufrimiento y las injusticias ajenas? Esta es otra arista que debe ser confrontada con valentía.

Por lo tanto, si queremos avanzar efectivamente hacia una verdadera huelga feminista internacional que no sea meramente simbólica o estérilmente similar en su mensaje, necesitamos reconocer las diferencias y construir puentes reales entre estas luchas. A través de la colaboración genuina y la disposición a escuchar, podemos aprender unos de otros y forjar un camino más sólido hacia la equidad de género.

En conclusión, la pregunta de si la huelga feminista es internacional no tiene una respuesta sencilla. Las luchas son, sin duda, interconectadas, pero no son reflejos iguales. Para que el feminismo internacional sea eficaz y auténtico, debe ser un movimiento que respete, aprenda y trabaje de manera conjunta, teniendo en cuenta las singularidades de cada contexto. Así que aquí viene el desafío: ¿estamos dispuestas a salir de nuestra zona de confort y abrazar la diversidad de las luchas feministas en el mundo? Este es el verdadero camino hacia una transformación global.

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