¿Por qué no necesito el feminismo? Video que abrió debate

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La noción de que algunas personas pudieran afirmar «no necesito el feminismo» es, en sí misma, un enigma fascinante que requiere una profunda reflexión. A menudo, estas declaraciones emergen de un espacio de privilegio que, paradójicamente, ignora las luchas y experiencias de quienes no comparten la misma realidad. La vida es un intrincado tapiz de desigualdades, donde algunas hebras, de una delicadeza y vitalidad abrumadoras, a menudo son pasadas por alto.

El feminismo, lejos de ser un simple grito de guerra para algunas, es una llamada a la acción colectiva que busca desmantelar las estructuras opresivas que han prevalecido a lo largo de la historia. Decir que uno no necesita el feminismo es como mirar un cuadro impresionista y negarse a ver las pinceladas gruesas que provocan la magia de la obra terminada. Es un acto de ceguera selectiva que nos priva de comprender las múltiples capas de injusticia que aún persisten.

En el contexto del debate generado por videos que llevaban esta provocativa afirmación, la pregunta que subyace se convierte en una invitación: ¿qué significa realmente «no necesito el feminismo»? Para muchos, esto podría implicar que han alcanzado un espacio de autonomía en el que se sienten empoderados. Pero, ¿es realmente posible dicha emancipación en un mundo donde el patriarcado sigue dictando las reglas del juego? Esta autoafirmación, lejos de ser un coronamiento de logros, puede ser interpretada como un microcosmos de la desconexión que existe entre las distintas realidades de género.

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Aquellos que claman en contra del feminismo a menudo argumentan que las luchas por la igualdad de género son cosa del pasado. Sin embargo, es imperativo recalcar que estamos viviendo en una era en la que la violencia contra las mujeres sigue siendo un flagelo intolerable. Las tasas de feminicidio, el acoso en el lugar de trabajo y la explotación sexual son solo algunas de las manifestaciones de un sistema que todavía marginaliza a las mujeres. La idea de que el feminismo no es relevante hoy en día es, en sí misma, una traición a las que han luchado y continúan luchando por cada centímetro de igualdad.

El feminismo no es solo un acontecimiento histórico, sino un continuo desafío a la narrativa predominante que nos impulsa a cuestionar el status quo. Imagina un río caudaloso que busca abrirse paso entre rocas y obstáculos; cada gota, cada corriente, representa la resistencia de aquellas voces que se niegan a ser silenciadas, que abogan por un mundo donde el género no sea un determinante en la realización de una vida digna. ¿Quién podría dudar de la carga ecuménica de esta lucha?

Además, hay que considerar las verdaderas categorías de vulnerabilidad que operan en un fenómeno social global; las mujeres trans, las mujeres de color, las mujeres de clase trabajadora y muchas más cuyas historias han sido sistemáticamente invisibilizadas. Desestimar el feminismo no solo es una manera de autocomplacerse, sino también una grave desatención a las historias que claman ser narradas. Cuando uno tiene la perspectiva limitada de no necesitar esta lucha, se corre el riesgo de convertirse en una especie de burgués del pensamiento. Viven, tal vez, en un domo de vidrio que les otorga un falso sentido de seguridad y les impide ver la lucha que prosigue fuera de sus fronteras.

El concepto de «no necesito el feminismo» se convierte, entonces, en una declaración del ego que se manifiesta desde el privilegio. Es un eco sonoro que retumba en el vacío; una noción que ignora al individuo en la interseccionalidad de su identidad. La invitación al debate está presente en cada rincón de esta concepción, donde quien la enuncia debe confrontar su propia realidad y preguntarse: ¿estás seguro de que no necesitas el feminismo, o es el feminismo el que te necesita para hacer lo que te corresponde?

Esta cuestión invita a repensar la totalidad de nuestro tejido social. La lucha no se detiene en el feminismo; se expande hacia la equidad racial, la justicia económica y los derechos de los individuos LGBTQ+. El feminismo es el hilo conductor que entrelaza todas estas causas, creando una red en la que cada hilo es esencial para la integridad del todo. Rechazar uno de esos hilos podría deshacer la complejidad y la belleza del mensaje esencial del feminismo.

Con cada debate, cada confrontación, se señala una resistencia a permanecer en la zona de confort. Esta es una invitación a un cambio de paradigma que puede conducir a un despertar colectivo. Porque al final del día, el feminismo no es una cuestión de necesidad unilateral; es una cuestión de solidaridad, reciprocidad y justicia. Cuando uno dice «no necesito el feminismo», puede que, incluso sin darse cuenta, se esté contribuyendo a la perpetuación de un sistema que necesita ser desmantelado urgentemente.

Por lo tanto, es imperativo escuchar lo que está en juego: la lucha feminista no busca suplantar a ningún género, sino ofrecer un batiburrillo de posibilidades para que todos, sin excepción, se beneficien de un mundo más justo. Si ni siquiera el hecho de hablar en contra del feminismo es permitido, entonces el debate está destinado a ser truncado. La lucha sigue y el feminismo está aquí para quedarse, a pesar de las voces que intentan acallarlo.

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