¿Por qué algunas feministas critican a los robots? Género y tecnología en disputa

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La intersección entre género y tecnología ha sido objeto de intensos debates en las últimas décadas. En este contexto, la aparición de la inteligencia artificial (IA) y los robots ha suscitado críticas desde diversas corrientes del feminismo. Muchas feministas consideran que la automatización y el uso de tecnologías avanzadas no solo reconfiguran las dinámicas laborales, sino que también perpetúan y agravan las desigualdades de género que han sido históricamente el núcleo de la lucha feminista. ¿Por qué algunas feministas critican a los robots? La respuesta es multifacética y debe ser analizada a través de diferentes prismas.

En primer lugar, la visión cultural de la tecnología juega un papel crucial en este debate. La IA y los robots, tal como se han desarrollado hasta ahora, están impregnados de sesgos de género que son intrínsecos a las sociedades que los crean. Por ejemplo, los algoritmos utilizados en los sistemas de atención al cliente o en asistentes virtuales como Siri o Alexa reflejan estereotipos de género al asumir roles tradicionalmente femeninos —ser amables, serviciales, obedientes— que pueden incluso reforzar las expectativas sociales de cómo deben comportarse las mujeres. Este fenómeno no es inocente; es una manifestación del patriarcado que se materializa en códigos informáticos. Las feministas sostienen que esta representación mediática y técnica tiene un impacto devastador en la percepción colectiva de la mujer y su rol en la sociedad.

A su vez, el discurso sobre la IA y la automatización a menudo ignora las voces de las mujeres. La representación de las mujeres en campos de la tecnología y la ingeniería sigue siendo ínfima. La automatización puede llevar a una deshumanización de la fuerza laboral, y las mujeres, que mayoritariamente ocupan trabajos en sectores que están siendo mecanizados —como la atención al cliente o el cuidado—, están en el centro de esta crisis. Al ignorar las realidades que enfrentan las trabajadoras, se perpetúa un ciclo de opresión y desposesión que algunos consideran como una forma moderna de violencia de género.

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Por otro lado, es vital mencionar el concepto de «trabajo emocional». Las mujeres han sido socializadas para realizar una cantidad desproporcionada de trabajo emocional, es decir, el esfuerzo que se realiza para mantener un ambiente social positivo mediante la gestión de emociones. La IA, al asumir algunas de estas tareas aparentemente «femeninas», no solo desvaloriza este tipo de trabajo, sino que también expone a las mujeres que realizan estas labores a una mayor precariedad laboral. Las feministas argumentan que la tecnología debe ser utilizada para empoderar a las mujeres, no para desmantelar los cimientos sobre los que han construido su posición en el mercado laboral.

A un nivel más amplio, existe también la inquietud sobre cómo la tecnología puede contribuir a la vigilancia y el control. Con el surgimiento de sistemas de reconocimiento facial, drones y otros dispositivos de vigilancia, surgen preocupaciones sobre la privacidad de las mujeres, quienes son a menudo blanco de acoso y violencia. La tecnología puede servir como una herramienta de opresión, diseñándose y utilizándose para perpetuar estructuras de poder que favorecen al patriarcado. Así, la defensa de la privacidad y el consentimiento se convierten en temas centrales que las feministas deben abordar. ¿Qué significa realmente estar «connectadas»? ¿A costa de qué? Estas preguntas resuenan en todos los ámbitos de la sociedad contemporánea.

En la esperanza de crear una tecnología más justa e inclusiva, algunas feministas abogan por un enfoque ético en el diseño de la IA. Esto implica no solo una mayor representación de las mujeres en los campos tecnológicos, sino también una revisión crítica de los algoritmos existentes que perpetúan la desigualdad. La educación y la concienciación son herramientas clave para lograr este cambio. Las feministas hacen hincapié en la necesidad de una alfabetización tecnológica que no solo enseñe a utilizar herramientas, sino que también permita entender sus implicaciones sociales y políticas. El acceso equitativo a la educación en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) debe ser un pilar esencial en la lucha por la igualdad de género.

Asimismo, hay que considerar la perspectiva de cómo la IA puede ser utilizada para beneficio social. Hay aplicaciones en salud, educación y políticas públicas que pueden, si se diseñan éticamente, contribuir a la equidad y a una mejor comprensión de las necesidades de las mujeres. Sin embargo, esto requerirá un diálogo amplio y diverso en el que se incluyan las voces de las mujeres, no como meras espectadoras, sino como arquitectas del futuro tecnológico.

Finalmente, es imperativo que el feminismo no se convierta en una reacción anti-tecnológica que desconfíe de todas las innovaciones. La crítica debe ser constructiva y centrarse en cómo moldear la tecnología para que sirva a intereses feministas, en lugar de ceder a la narrativa predominante que frecuentemente ignora las realidades de las mujeres. Este camino no será fácil, ya que implica cuestionar el status quo, proporcionar espacio para nuevas ideas y construir coaliciones entre diversos sectores de la sociedad. La lucha feminista debe incluir el territorio digital y el paisaje tecnológico, convirtiéndose en una fuerza transformadora que rescate la humanidad y la equidad en medio de la rápida automatización del mundo.

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