El 28 de abril se avecina, y con ello la responsabilidad ineludible de participar en un ejercicio democrático crucial: las elecciones. Como feministas, enfrentamos un dilema: ¿a quién votar? No solo se trata de elegir un candidato, sino de decidir quiénes realmente apuestan por nuestro espacio, nuestras libertades y nuestros derechos. En un contexto donde la igualdad de género sigue siendo una utopía distante, es imperativo circunscribir nuestra elección a aquellos que se comprometen genuinamente con la defensa de la igualdad.
En primer lugar, es fundamental reconocer que la política es un ámbito tradicionalmente dominado por hombres. Las estructuras de poder han invisibilizado a las mujeres, y las violentas dinámicas patriarcales han relegado nuestras voces a un segundo plano. Así, cuando nos dirigimos a las urnas, debemos tener absoluta claridad sobre cuáles candidatos se distancian del legado de exclusión que ha plagado nuestra historia.
Las propuestas políticas deben ser evaluadas rigurosamente. No podemos dejarnos seducir por meras promesas electorales o por discursos vacíos que buscan apelar a la emoción sin sustancia. La historia de la lucha feminista ha evidenciado que las palabras, por sí solas, no bastan. Necesitamos acciones concretas y políticas públicas que fragmenten los muros de desigualdad. Un candidato que genuinamente defienda la igualdad de género no solo lo dirá, lo mostrará en su trayectoria. Por eso es esencial profundizar en la biografía de los postulantes, sus logros y su capacidad de accionar en favor de políticas inclusivas.
Asimismo, es recomendable observar el equipo que rodea a cada candidato. ¿Está constituido por un grupo diverso que incluya a mujeres en posiciones de liderazgo? ¿Se han mostrado empáticos con las problemáticas que nos afectan como mujeres? Las decisiones se toman en colectivo, y la presencia femenina en el entramado de un partido político suele ser un indicador de su disposición para afrontar los desafíos que implican la lucha por la igualdad.
Nunca podemos olvidar las voces de las mujeres que han antepuesto su bienestar por el del colectivo. Abogadas, activistas y académicas han delineado sentencias que nos han aportado claridad respecto a la urgencia de nuestras demandas. Es vital preguntarnos, entonces, qué piensan estas referentes sobre los postulantes. ¿Han encontrado en ellos un eco a sus exigencias? Las feministas deben estar atentas a las valoraciones de quienes han peleado en las trincheras de la igualdad, y usar estas apreciaciones como brújula en su proceso electoral.
La violencia de género es un tema crucial que debe considerarse cuando emitimos nuestro voto. La mayoría de los partidos han lanzado discursos sobre esta problemática, pero pocos han concretado acciones efectivas para erradicarla. ¿Qué propuestas existen para proteger a las mujeres en situaciones de vulnerabilidad? Un candidato que ignora la dimensión de la violencia estructural no merece nuestro apoyo. Debemos interrogarnos: ¿cuál ha sido su postura ante casos de feminicidio? ¿Se han comprometido a garantizar justicia para las víctimas? Un compromiso auténtico con la eliminación de la violencia hacia la mujer debe ser condición sine qua non para respaldar candidaturas.
Adicionalmente, debemos valorar el enfoque educativo de los candidatos. ¿Promueven la educación en derechos humanos y género desde una edad temprana? Un cambio cultural es necesario para erradicar los estereotipos que perpetúan la desigualdad y la violencia. La educación es el motor del cambio. Por lo tanto, un candidato que proponga reformas educativas que incluyan una perspectiva de género es un signo esperanzador que no podemos dejar de lado.
Es fácil perderse en la maraña de opciones que se presentan. La política, con su irremediable carga de intereses, puede parecer confusa, pero no debemos desalentarnos. Siempre habrá quienes intenten manipular la narrativa feminista para satisfacer sus propios fines. Mantengamos un criterio crítico. Investiguemos y analicemos las posturas. Realizar preguntas incisivas y demandar respuestas concretas es fundamental para discernir la autenticidad de las intenciones.
La interseccionalidad es otro concepto clave que debe guiarnos en nuestra elección. No todas las mujeres vivimos la desigualdad de la misma manera. Las mujeres de diversas etnias, clases sociales, orientaciones sexuales y contextos económicos enfrentan desafíos únicos. ¿Los candidatos han demostrado una sensibilidad real hacia las experiencias de todas las mujeres? Un enfoque interseccional es esencial para que nuestras demandas no queden encapsuladas en un discurso monolítico, sino que reconozcan la pluralidad de nuestras luchas.
Finalmente, debemos comprometernos con nuestra comunidad. La lucha por la igualdad de género es colectiva. Estrecharnos las manos, dialogar y organizarnos en esta jornada electoral será el mejor antídoto contra la desilusión. Cada voto es un grito. Un grito de esperanza, de resistencia y de reivindicación. Que el 28 de abril no sea un día más. Que sea el día que, como feministas, decidimos alzar nuestra voz en las urnas. ¿Por quién votaremos? La respuesta está en nuestras manos. Pensemos críticamente y elijamos a quienes verdaderamente se comprometen con la equidad. Es nuestro momento, y no dejaremos que nos lo arrebaten.