¿Cuál es la diferencia entre feminismo y femismo? Entiéndelo claramente

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En el vasto panorama de las luchas sociales, pocos términos son tan malinterpretados y mal utilizados como «feminismo» y «femismo». A menudo, estas palabras son confundidas o intercambiadas como si fueran sinónimos, lo que entorpece el entendimiento de sus verdaderas connotaciones y propósitos. Pero, ¿cuál es la diferencia crucial entre feminismo y femismo? Entendiendo esto se puede abrir un abanico de posibilidades para cambiar la percepción sobre la equidad de género.

El feminismo es un movimiento político, social y cultural que busca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Sus raíces se remontan al siglo XIX, en la lucha por el sufragio femenino, y ha evolucionado a lo largo de las décadas para abarcar una amplia variedad de problemáticas que afectan a las mujeres. Por otro lado, el femismo se emerge como un concepto menos conocido y que puede interpretarse de varias maneras. Generalmente, se asocia con una visión que se centra en la exclusividad de las mujeres, a veces en detrimento de los hombres, sugiriendo que las mujeres deben tener un trato preferencial en todas las esferas de la vida. Esta interpretación distorsionada del feminismo es lo que provoca confusión y fricciones entre las personas que buscan la equidad de género.

Primero, es elemental desmitificar el concepto de femismo. Podría describirse como un enfoque que perpetúa la separación de los géneros en lugar de fomentar su integración. Es fundamental entender que esta perspectiva no solo ignora las luchas que enfrentan los hombres, sino que también desnaturaliza la lucha de las mujeres por una igualdad genuina. En este sentido, el femismo puede ser visto como una respuesta reactiva a las injusticias del patriarcado, pero que, en lugar de combatir la opresión, busca crear una nueva jerarquía de privilegios.

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El feminismo, en contraposición, es inclusivo. Acepta que el sistema patriarcal afecta tanto a hombres como a mujeres. La noción de que los hombres tienen que ser parte de la conversación es crucial: el feminismo reconoce que la liberación de las mujeres no debe verse como una amenaza a la masculinidad, sino como una oportunidad para que todos los géneros se liberen de roles restrictivos y expectativas sociales asfixiantes. En el feminismo, la batalla no es contra los hombres, sino contra un sistema que les otorga poder discrecional en detrimento de la igualdad.

Además, es pertinente mencionar que las narrativas en torno al feminismo son diversas. Se han grupado diferentes corrientes dentro del feminismo como el feminismo radical, liberal, socialista y postcolonial, entre otros. Cada uno de estos enfoques aporta una perspectiva fresca y valiosa a la discusión sobre la igualdad de género y se esfuerzan por abordar distintas facetas de la opresión. Por otro lado, el femismo tiende a ser monolítico, al no reconocer la pluralidad de experiencias vividas por diferentes grupos de mujeres. Esta falta de matices es uno de los talones de Aquiles del femismo, pues no puede adjudicarse un enfoque válido si no se considera la multiplicidad de realidades.

Uno de los argumentos más controvertidos que surgen en esta discusión es el papel de la víctima en el feminismo. La capacidad del feminismo para empoderar a las mujeres es innegable, pero también se ha visto vilipendiado por aquellos que argumentan que fomenta una mentalidad de víctima. Es aquí donde el femismo puede ser perjudicial, ya que a menudo se identifica con un victimismo extremo, que reivindica el sufrimiento y perpetúa la idea de que las mujeres son meramente víctimas del sistema sin reconocer su capacidad de agencia. Es crucial que la narrativa feminista se centre en la resiliencia y la fuerza de las mujeres, en lugar de en su sufrimiento.

La percepción negativa del feminismo podría, en parte, atribuirse a la confusión con el femismo. La demonización de las feministas como ‘hombres que odian’ es una construcción social que ha sido hábilmente alimentada desde diversos sectores. El femismo, al reforzar la idea de una lucha de géneros, absorbe estos estigmas y los convierte en su propia narrativa. En cambio, el feminismo busca la equidad de derechos y la abolición de las estructuras de poder que sostienen la desigualdad. La lucha feminista, en su esencia, rehuye de la polarización y reivindica la colaboración intergénero.

En conclusión, es fundamental abordar con claridad la distinción entre feminismo y femismo. Mientras que el feminismo busca la igualdad y el entendimiento, el femismo encuentra sus raíces en la exclusividad y la división. Esta confusión no solo entorpece la lucha por la equidad de género, sino que puede incluso volverse un obstáculo para el avance social. Abrir un diálogo sincero y honesto sobre estas diferencias no solo promete un cambio de perspectiva, sino que, además, incita a una reflexión profunda sobre el papel que queremos desempeñar en la construcción de un futuro más justo y equitativo para todos. La lucha por una sociedad equitativa no debería estar marcada por el antagonismo, sino por la colaboración y la empatía. Así, cada uno de nosotros puede contribuir a una causa que nos une y no a una que nos separe.

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