¿Cuándo comienza la cuarta ola del feminismo? Esa pregunta, que podría parecer simple, se adentra en un mar de complejas corrientes sociales, culturales y tecnológicas. La cuarta ola, más que una mera continuación de sus predecesoras, es un faro que se erige en medio de la tormenta. Al igual que el mar agitado arrebatando las conchas de la orilla, nos encontramos ante un conjunto de retos que invitan a la reflexión y la acción. En este nuevo capítulo, el feminismo se enfrenta a nuevas batallas, utilizando herramientas contemporáneas que pueden ser tanto aliadas como enemigas.
Se puede argumentar que la cuarta ola del feminismo comenzó en torno a 2012, marcada por el auge de las redes sociales. Pero, ¿qué significa realmente esto? En lugar de ser una cronología fija, esta ola parece más bien un ciclo que se retroalimenta constantemente, como una danza caótica entre el arte y la resistencia. La inclusión de plataformas digitales ha otorgado una voz a quienes antes fueron relegadas al silencio, permitiendo que las historias de mujeres jóvenes, mujeres de color, y la comunidad LGBTQ+ sean escuchadas y amplificadas. La interseccionalidad se convierte en el hilo conductor que une las diversas luchas dentro de este immenso tapiz feminista.
Las redes sociales han sido catalizadores de movimientos como #MeToo y #NiUnaMenos, que han desencadenado un tsunami de conciencia social. Este efecto dominó no solo ha roto el silencio sobre el acoso y la violencia, sino que ha transformado el lenguaje con el que discutimos y abordamos estos problemas. De hecho, en esta ola, el discurso se teje con hashtags, viralidades y memes, alcanzando un público mucho más amplio y diverso que nunca antes. Es un fenómeno que, a decir verdad, nos invita a replantear lo que entendemos por activismo.
Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Aunque la cuarta ola ha traído consigo una amplia visibilidad, también ha suscitado críticas sobre la superficialidad del activismo en línea. La distancia que proporciona una pantalla a veces facilita una revolución perezosa. Al transmitir nuestras indignaciones a través de un like o un retweet, corremos el riesgo de trivializar luchas que exigen mucho más que la simple exposición. Este activismo, si bien es potente, puede carecer de la profundidad necesaria para forjar un cambio tangible en las estructuras de poder.
Las batallas actuales son amplias y complejas. La lucha por la equidad salarial, el acceso a la salud sexual y reproductiva, el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos, son solo algunos aspectos que siguen enfrentándonos a viejos enemigos con rostros nuevos. Al igual que la hidra mitológica, cada avance en un área puede suscitar la aparición de múltiples cabezas en otra. La desigualdad se manifiesta en múltiples capas, desde la discriminación racial hasta la violencia de género, y eso nos exige una mirada más integral.
La cuarta ola también se enfrenta al dilema de la representación. En un mundo donde la diversidad es fundamental, la pregunta persiste: ¿Quién tiene el derecho a hablar? ¿Y desde qué plataforma? Las mujeres de distintas razas, clases y orientaciones sexuales han comenzado a alzar sus voces, pero la voz del feminismo dominante a menudo silencia o ignora estas realidades, reproduciendo así estructuras de exclusión. La lucha contemporánea no solo trata sobre la inclusión, sino sobre cómo crear espacios verdaderamente democráticos donde todas las voces sean visibilizadas y valoradas.
Mientras revindiquemos la diversidad, es esencial también enfocarse en el eco de las feministas del pasado. Cada ola del feminismo tiene su propio contexto histórico y cultural que necesita ser respetado y comprendido. Aun así, el desafío reside en encontrar el equilibrio: ¿cómo honramos las luchas anteriores sin quedar atrapadas en narrativas que no reflejan nuestras realidades actuales? La historia es un mapa, y como tal, debemos usarla para navegar hacia un futuro que no repita los errores del pasado, sino que en su lugar construya sobre sus éxitos.
La lucha feminista es multifacética y, en este nuevo milenio, cada una de nuestras conquistas se enfrenta a la tiranía de un sistema que busca perpetuarse. En la búsqueda de un cambio real, no podemos olvidar que la solidaridad internacional es fundamental. La cuarta ola se nutre de la interconexión global —de la Nigerian Feminist Forum a las movilizaciones en América Latina—,
y su mayor virtud radica en la comprensión de que las luchas de las mujeres son, en última instancia, luchas compartidas.
Por lo tanto, al contemplar la pregunta de cuándo comienza la cuarta ola del feminismo, debemos reconocer que su inicio no es un punto fijo en el tiempo. Es un viaje en desarrollo, lleno de contradicciones, oportunidades y desafíos. Como activistas, debemos ser audaces, cuestionar las narrativas compatibles y propiciar un diálogo que, aunque incómodo, sea necesariamente enriquecedor. ❤