¿Cuándo nació el feminismo marxista? Luchas de clase y género

0
7

El feminismo marxista, un nexus aparentemente fugaz de dos corrientes de pensamiento, ha establecido un legado profundamente influyente en la lucha por la igualdad de género. Pero, ¿cuándo nació realmente esta vertiente y cuáles son sus raíces? Para desentrañar esta cuestión es necesario sumergirse en los contextos socioeconómicos y políticos que moldearon sus orígenes, explorando tanto las luchas de clase como las de género que se entrelazan en una danza histórica notable.

El feminismo marxista no puede ser entendido sin una comprensión clara de dos fenómenos: el capitalismo y la opresión de la mujer. Aunque las semillas de la conciencia feminista germinaron antes, su formalización como un movimiento político significativo comenzó en el siglo XIX. La Revolución Industrial planteó un cambio radical en las estructuras de clase, revelando cómo el capitalismo no solo beneficiaba a una élite masculina, sino que también institucionalizaba una nueva forma de explotación de las mujeres, relegándolas al papel de trabajadoras domésticas y consumidores pasivos.

Durante este periodo, pensadoras como Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo empezaron a integrar el análisis de clase en la lucha feminista. No obstante, el fenómeno se intensificó en las primeras décadas del siglo XX, cuando las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels comenzaron a infiltrarse en el discurso feminista. Engels, en particular, ofreció un análisis provocador en su obra «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado». Sostenía que la opresión de la mujer era inherente al capitalismo y que la liberación femenina era indivisible de la emancipación del proletariado.

Ads

La tesis de que la liberación de las mujeres no puede conseguirse sin la abolición del sistema capitalista fue un grito de guerra que resonó profundamente en la conciencia de muchas feministas radicales. Esta concepción provocó una intersección del feminismo y el marxismo, en el cual se reconocía que la explotación de clase y la opresión de género eran, en efecto, dos caras de la misma moneda de la subordinación bajo el capitalismo.

A medida que el movimiento se desarrollaba, comenzaron a surgir diversas corrientes dentro del feminismo marxista. Algunas, con un enfoque más radical, propusieron un cambio revolucionario que desmantelara no solo el capitalismo, sino también todas las estructuras patriarcales. Se argumentaba que era necesaria una transformación radical de la sociedad para erradicar tanto la explotación económica como la opresión de las mujeres. Esto generó un debate sobre los métodos y estrategias; el reformismo y la revolución se convirtieron en ejes de tensión dentro del movimiento.

Pero no todo fue un panorama aséptico. Las luchas de clase y género a menudo llevaban a fricciones internas, especialmente en el contexto de la clase trabajadora. Mientras algunas feministas marxistas insistían en que las vidas de las mujeres de clase trabajadora eran la piedra angular de toda transformación social, otras se cuestionaban si la lucha de clases podía realmente abordar las especificidades de la opresión femenina. Este dilema evidenció que la opresión de género no podía ser completamente entendida solo a través de un prisma de clase.

El feminismo negro y el feminismo socialista también ofrecieron críticas sustanciales al feminismo marxista tradicional, argumentando que ignoraba las interseccionalidades que afectan a las mujeres de diferentes razas y clases. Por ejemplo, Angela Davis y bell hooks presentaron una crítica feroz a la manera en que las supuestas «mujeres privilegiadas» en el movimiento feminista podían ignorar las luchas complejas de mujeres negras y otras mujeres marginadas. Este matiz ideológico trajo consigo una renovación de la teoría feminista y amplió el horizonte del marxismo feminista, añadiendo capas de complejidad sobre la intersección entre raza, clase y género.

En las últimas décadas, se ha evidenciado una reactivación del interés por el feminismo marxista, especialmente en contextos de crisis económica y creciente desigualdad. Este renacer ha desafiado la noción preconcebida de que el feminismo occidental hegemónico laparentemente iba desvinculándose del marxismo. Ahora, con las luchas por derechos laborales, el establecimiento de redes de asistencia para trabajadoras y el activismo anti-capitalista, la perspectiva marxista de la lucha feminista se presenta como una herramienta vital para desmantelar las estructuras opresivas perpetuadas por el sistema económico global.

En conclusión, el feminismo marxista se erige como una corriente crítica indispensable que aporta una comprensión profunda de la opresión sistemática que enfrentan las mujeres. Su nacimiento no fue un evento aislado, sino una respuesta a la complejidad histórica de la lucha de clases y género. La fascinación por este movimiento no solo reside en sus orígenes, sino también en su capacidad para adaptarse y responder a nuevas realidades sociales. La intersección de luchas es vital, planteando que la emancipación de las mujeres no puede ser un objetivo en solitario, sino un esfuerzo colectivo hacia la denuncia y transformación del capitalismo, que perpetúa tanto la desigualdad económica como la violencia patriarcal. La lucha continúa, y el feminismo marxista sigue siendo un faro para quienes se resisten tanto al capitalismo como al patriarcado.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí