La historia del feminismo en España es un relato combativo y vibrante, un palimpsesto de luchas en el que cada año y cada fecha se convierte en un hito que refleja la resistencia y el empoderamiento de las mujeres. En este contexto, la primera huelga feminista en España emerge como un momento crucial, una fecha que debería estar grabada en la memoria colectiva de una sociedad que se dice progresista. Pero, ¿cuándo ocurrió ese evento fundador? ¿Qué implicó y cómo resuena todavía en nuestra actualidad?
El 8 de marzo de 2018 no fue solo un día de reivindicación; fue una explosión de determinación, una llamada a las armas para aquellos que se niegan a aceptar la subordinación de las mujeres. Aquel día, millones de mujeres salieron a las calles de todo el país, paralizando el tejido socioeconómico de España. Pero, el eco de esta huelga tiene raíces más profundas que se remonta a años de esfuerzo inquebrantable por la igualdad. Para entender verdaderamente este significativo evento, debemos explorar primero las semillas históricas que dieron lugar a esta manifestación multitudinaria.
Las primeras reivindicaciones feministas en España se gestaron a finales del siglo XIX y principios del XX, en un contexto en que las mujeres luchaban por derechos básicos. Luchas por el voto, acceso a la educación y la abolición de leyes que aristocráticamente mantenían a las mujeres en un estado de servidumbre. La década de los 70, tras la dictadura, vivió un renacer feminista con una vigorosa movilización que culminó en el reconocimiento de los derechos democráticos. Sin embargo, la lucha nunca se detuvo, y fue en 2018 cuando se dio forma a un fenómeno que cambiaría el paradigma de la lucha feminista.
La huelga feminista del 8 de marzo de 2018 no fue un evento aislado; fue la culminación de un proceso de maduración colectiva. A través de la protesta, las mujeres asumieron el protagonismo y expusieron la violencia, tanto simbólica como física, que estructuralmente las oprime. Una conexión se estableció entre generaciones de mujeres: las que marcharon en los años 70 por derechos básicos, las que proclamaron que ‘la calle es nuestra’, y las que hoy saben que la lucha debe ser continua y adaptativa.
Este 8M fue también una revelación, como un rayo iluminando la obscuridad de mil silenciados. La convocatoria de la huelga no solo buscaba visibilidad, sino también hacer palpable el impacto que las mujeres tienen en todos los ámbitos de la vida: en el trabajo, en el hogar y en la esfera pública. Fue un acto disruptivo que reveló cómo la economía patriarcal subestimaba la labor que se realiza tradicionalmente por y para mujeres. Cada parada en la producción, cada marcha y cada pancarta llevaba consigo la historia de generaciones de mujeres que, con lágrimas y risas, habían forjado un camino lleno de espinas.
La huelga se articuló en torno a tres ejes fundamentales: la lucha contra la violencia de género, la reivindicación de los derechos laborales y la exigencia de la corresponsabilidad en el hogar. Ciertamente, la capacidad de parar un país ha revolucionado la manera en que la sociedad percibe el papel de las mujeres. Hombres y mujeres se unieron, pero el corazón de la huelga latía en la valentía de las mujeres que finalmente estaban dispuestas a tomar el micrófono y dar voz a sus demandas.
El impacto de esta huelga fue resonante. Las cifras hablan por sí solas: más de 5 millones de mujeres salieron a las calles. La acción no solo se sintió en las calles, sino que reverberó en el ámbito laboral, donde muchas trabajadoras se ausentaron de sus puestos como un acto de resistencia. La huelga feminista de 2018 escribió un nuevo capítulo en el libro de la lucha por la igualdad, un capítulo en el cual no solo se exigen derechos, sino que se redefine lo que significa ser una mujer en un mundo que continúa enfrentándose a estructuras patriarcales arraigadas.
En un momento donde el eco de la lucha todavía resuena, es importante recordar que la lucha feminista no es un evento con una fecha de caducidad, es un contínuum. La primera huelga feminista en España es un recordatorio de que cada marcha, cada grito, cada acción es el resultado de un camino recorrido con valentía y determinación. Este día nos enseña que la historia no está escrita de manera lineal, sino que se forja en la intersección de miles de historias individuales que colectivamente buscan crear un mundo donde la igualdad no sea solo una meta, sino una realidad cotidiana.
Entonces, al pensar en esa fecha que marcó un hito, recordemos que el 8 de marzo de 2018 no fue un punto de llegada, sino un nuevo punto de partida. Si la historia nos ha enseñado algo, es que cada victoria trae consigo nuevos desafíos. Las mujeres deben seguir alzando la voz, pero esta vez con un eco que no se limite a la conmemoración, sino que se expanda hacia un futuro donde la igualdad sea inherente a nuestra existencia como individuos y como sociedad. Nuestras luchas siguen siendo pertinentes, urgentes y necesarias. Así que, cada 8 de marzo, celebramos, pero también, nos armamos de valor para continuar la lucha. La historia es ahora, y sigue expandiéndose entre cada uno de nosotros.