Do It Together (DIT) y el feminismo: Construyendo juntas

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El feminismo y el concepto de «Do It Together» (DIT) son dos fuerzas que, cuando se entrelazan, pueden desencadenar una revolución en la manera en que nos entendemos y operamos en el mundo. A primera vista, DIT puede parecer simplemente un llamado a la colaboración, pero en el contexto del activismo feminista, revela una necesidad acuciante de reconfigurar las dinámicas de poder y responsabilidad en nuestras sociedades. La promesa de «hacerlo juntas» no es solo un eslogan; es una invitación a desafiar las estructuras opresivas desde sus cimientos, generando así un espacio donde todas pueden brillar.

El núcleo del feminismo se basa en la premisa de que todos y todas merecemos igualdad de oportunidades, justicia social y el derecho a dictar nuestras propias narrativas. Sin embargo, en un mundo donde los poderosos imponen su visión, «juntas» se convierte en una palabra mágica, un mantra en la lucha cotidiana. Juntas, no solo organizamos eventos o marchas; juntas, desciframos el lenguaje del patriarcado, desterramos el temor a la voz propia y construimos colectivamente un futuro diferente.

Pero, ¿qué significa realmente hacer las cosas juntas? Implica un diseño de alianzas estratégicas, consentimiento y, fundamentalmente, comunicación abierta. En un momento en que las redes sociales amplifican nuestras voces, debemos preguntarnos: ¿estamos utilizando estas plataformas para unirnos o para perpetuar la división? Cada tweet, cada post, cada imagen puede convertirse en una herramienta de empoderamiento o en un eco de nuestra desunión. En esta lucha, cada uno de nuestros actos significa algo; cada decisión que tomamos en línea se traduce en una posible herramienta de cambio.

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No obstante, DIT en el feminismo no se limita a compartir contenidos en redes sociales. Es un modelo colaborativo que se manifiesta en todas las esferas de la vida: en la educación, en la política, en el arte y en el trabajo. Cada una de estas áreas presenta desafíos únicos y oportunidades para la transformación. Si miramos la educación, por ejemplo, la feminización de la enseñanza superior puede ser vista como una victoria; sin embargo, todavía luchamos contra la cultura de la competencia que perpetúa la idea de que una mujer solo puede brillar en detrimento de otra. El modelo DIT nos invita a repensar esta narrativa: estamos aquí, no para competir, sino para crecer juntas.

En el ámbito político, el DIT puede servir como un baluarte contra el autoritarismo que intenta silenciar nuestras voces. En lugar de trabajar en solitario, los movimientos feministas deben unirse en coaliciones que derriben las barreras de clase, raza y orientación sexual. El activismo colectivo, que se nutre de la diversidad y promueve el respeto por cada experiencia única, se erige como la única vía viable para enfrentar un sistema que se alimenta de la fragmentación. Cuando nos unimos en nuestra diversidad, absorbemos fuerza de cada historia vivida, cada lucha y cada esperanza compartida.

El arte, ese espacio sagrado donde se dan cita la imaginación y la expresión, es otro campo fértil para el DIT. Mujeres en todo el mundo han usado el arte no solo como medio de denuncia, sino como una forma de celebrar la resistencia. Al crear y compartir juntas, se generan narrativas que rompen con el silencio impuesto por el patriarcado. Cada performance, cada pintura, cada escrito se convierte en un grito de libertad que resuena en otros rincones del mundo, esparciendo semillas de cambio en corazones adormecidos. El arte puede conectar experiencias diversas, resonando en la vulnerabilidad humana de manera que el análisis académico jamás podría lograr.

Sin embargo, también es esencial reconocer que mergear nuestras voces y experiencias no siempre es sencillo. Existen tensiones inherentes que deben ser abordadas con honestidad. Las desigualdades dentro del propio movimiento pueden hacer que la colaboración se sienta como una carga en lugar de un impulso. En este sentido, el DIT requiere un ejercicio de autocrítica y reflexión, donde las voces históricamente marginadas deben ser escuchadas y priorizadas. Cuestionar nuestras propias posiciones de privilegio puede ofrecer la claridad necesaria para avanzar hacia un verdadero feminismo inclusivo. La única manera de desmantelar las jerarquías de poder es amplificando las voces que han sido silenciadas, a menudo, incluso dentro de nuestro ámbito.

El DIT y el feminismo son, en última instancia, dos caras de la misma moneda. La colaboración ofrece un camino hacia una estructura social más equitativa, donde las realidades de todas sean tomadas en cuenta. Al hacerlo, no solo conseguimos un cambio en la narrativa, sino que también creamos un tejido social más robusto, uniendo las inquietudes, esperanzas y sueños de cada una de nosotras.

Así que, al mirar hacia el futuro, es fundamental adoptar el DIT como una estrategia activa en la lucha por la igualdad de género. No se trata solo de obtener un resultado; se trata de experimentar la travesía juntas, con todas sus complejidades y singularidades. Hacerlo juntas transforma cada paso, cada conversación y cada acción en una oportunidad para aprender, crecer y, sobre todo, cambiar. En un mundo que a menudo busca dividirnos, podemos y debemos encontrar el poder en la colaboración.

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