El humor ha sido, a lo largo de la historia, un arma de doble filo. Su capacidad para unir o dividir, para sanar o herir, hace que analizarlo sea un terreno resbaladizo. Esto es especialmente cierto cuando el contenido en cuestión aborda cuestiones de desigualdad, un tema superlativamente delicado. En este contexto, surge la figura de Zorman y su video anti-feminista, que no solo ha encendido redes, sino también debates cruciales sobre lo que realmente se puede considerar “humor” en el siglo XXI. Pero, ¿es lícito reírse de este tipo de contenido? ¿Es el humor una carta blanca que nos permite burlarnos de situaciones que merecen un serio escrutinio?
Al observar la obra de Zorman, uno no puede evitar cuestionar el contexto en el que se presenta. Se presenta un video que, bajo una premisa de comedia, subraya y perpetúa estereotipos profundamente arraigados sobre la mujer. Sin embargo, el humor suele ser interpretado como un reflejo del zeitgeist, el espíritu de una época. En este sentido, el video se inscribe dentro de un fenómeno cultural: el de la crítica social a través de la sátira. Pero, ¿hasta qué punto hemos normalizado el uso del humor para deslegitimar luchas que, por su naturaleza, deberían ser sagradas?
La esencia del humor es su capacidad de provocar risa, pero lo que provoca risa puede ser altamente cuestionable. La comedia de Zorman, que superficialmente parece inofensiva, se engarza en una narrativa más amplia que busca trivializar el sufrimiento de millones. Cuando alguien se ríe de este video, ¿lo hace porque verdaderamente encuentra gracioso el argumento anti-feminista o lo hace como una forma de desviar la incomodidad que le genera la crítica social implícita? Aquí es donde el humor se torna en su propia paradoja, en su propia trampa emocional.
Las críticas sociales están intrínsecamente ligadas a la risa. Como una máscara en un carnaval, el humor a menudo oculta verdades dolorosas. Los verdaderos cómicos, aquellos que han defendido causas sociales con su arte, nos han enseñado que la sátira puede ser una herramienta poderosa, capaz de desencadenar cambios significativos. Entonces, ¿es Zorman un bufón en la corte, ridiculizando a la feminidad en lugar de darle voz? O, por el contrario, ¿es una víctima de su tiempo, un producto de una cultura que, por desgracia, sigue burlándose de las luchas de género?
Hay quienes sostienen que el humor debe ser libre y que no debe existir censura, ya que la comedia florece en el caos de la libertad de expresión. Pero la realidad es que, como cualquier discurso, el humor también tiene implicaciones. Reírse del video de Zorman no solo puede ser visto como un acto de desprecio hacia la lucha feminista, sino también como una forma de silenciar a quienes se sienten agredidos por sus mensajes. ¿No estamos, de alguna manera, perpetuando un loop donde las voces que claman por justicia son constantemente ahogadas por carcajadas?
Un aspecto intrigante es el poder de la ironía. La ironía puede ser una herramienta afilada, utilizada tanto para criticar como para perpetuar absurdos. La risa generada por este video puede ser entendida como una risa cómplice o como una risa de desconcierto. Aquellos que se ríen con Zorman pueden estar compartiendo una especie de complicidad tácita a la hora de abordar temas que, a menudo, resultan incómodos. Mientras que otros pueden ver el humor como una forma de enfrentar el absurdo de la realidad que representa. En este sentido, la risa se convierte en un grito ahogado en el eco de la cultura patriarcal que manda.
Ciertamente, la risa puede servir como un mecanismo de defensa. Enfrentar lo inaceptable a través de la comedia actúa como un bálsamo a las heridas abiertas por la injusticia. No obstante, la pregunta que persiste es si este tipo de humor realmente ayuda a desmantelar los sistemas de opresión o simplemente reafirma sus cimientos. La risa, cuando es utilizada de manera irresponsable, puede complicar la tarea social de conseguir igualdad real y auténtica en todos los niveles de la sociedad.
Finalmente, es válido preguntarse si reírse del video de Zorman refleja una desconexión con las realidades y luchas de las mujeres.ż Es elegante reírse de un atentado a la dignidad ajena? La comedia tiene el poder de traspasar barreras, y quizás, en este caso, debería ser utilizada como un medio para fomentar la empatía, en lugar de una excusa para perpetuar la burla a lo que ya ha sido objeto de innumerables bromas. En última instancia, el verdadero desafío radica en encontrar un equilibrio, en transformar las faltas de respeto en diálogos significativos, y redirigir la risa hacia la creación de un espacio de entendimiento y respeto mutuo.
La pregunta no es tanto si es lícito reírse del video de Zorman, sino más bien, ¿qué estamos dispuestos a hacer con esa risa? ¿Nos convertimos en cómplices en la perpetuación de la opresión, o tal vez, podemos forjar nuevas formas de humor que empoderen en lugar de herir? La elección es nuestra y es momento de reivindicarla.