En un momento en que las cuestiones de género son más relevantes que nunca, el programa «Hora 25» se erige como un faro para el diálogo sobre el feminismo. La reciente tertulia sobre feminismo que se llevó a cabo en este espacio, constituye un microcosmos de la diversidad de voces que pueblan el movimiento feminista contemporáneo. Lejos de ser un monólogo homogéneo, se presenta como un cúmulo de experiencias, perspectivas y matices, que no solo reflejan la riqueza del feminismo hoy en día, sino que también desafían las nociones tradicionales sobre el género.
El feminismo es un campo plural y en constante transformación. En la tertulia de «Hora 25», se escucharon voces de diferentes trayectorias: activistas, académicas, artistas y trabajadoras. Cada una trajo consigo su propia carga de experiencias, desde el feminismo radical hasta el interseccional, pasando por las luchas cotidianas que enfrentan las mujeres en un mundo patriarcal. Esta diversidad de voces es esencial; actúa como un imán que atrae a aquellos que aún se mantienen al margen del debate, despertando su curiosidad y empujándolos a involucrarse.
Una de las promesas más significativas de la tertulia fue su capacidad para desafiar las percepciones arraigadas sobre qué significa ser feminista. Durante la conversación, se abordaron temas como el acoso callejero, la violencia de género y casi imperceptibles pero igualmente nefastos microagresiones que las mujeres enfrentan a diario. Sin embargo, también se consideraron caminos hacia la creatividad y la autoexpresión en medio de la adversidad. Las intervenciones dieron cuenta de cómo el arte se entrelaza con la lucha feminista, creando espacios donde la resistencia madura a través de la creación y la afirmación.
A través de dinámicas interactivas, el auditorio vivenció un viaje transformador. Las asistentes no solo estaban allí para escuchar; la tertulia les invitaba a reflexionar, a cuestionar y a dialogar. Esta fórmula potenciaba que las ideas se confundieran, se amplificaran y se reinterpretaran. Se convirtió, entonces, en un lugar donde el conocimiento no era lineal, sino cuya esencia radicaba en el intercambio y la correlación de ideas, dejando atrás una visión limitada del feminismo como algo estático.
A medida que se desarrollaba la conversación, emergieron debates sobre la inclusión y la representación dentro del movimiento. ¿Quién tiene voz en la narrativa feminista? Las participantes discutieron el papel de las mujeres racializadas, de las trans y de las que no encajan en las normas heteronormativas. Este enfoque interseccional, que reconoce que las mujeres no comparten experiencias homogéneas, desafía los discursos dominantes que a menudo minimizan las luchas particulares de segmentos de la población femenina. Las anécdotas presentadas eran profundamente personales y, a su vez, universales, evocando un poderoso sentido de comunidad y solidaridad.
Otro elemento crucial de la tertulia fue el cuestionamiento de los instrumentos legalistas que, a menudo, son la primera respuesta ante la violencia de género. Mientras que muchas enunciaciones feministas y legislaciones recientes ofrecen esperanzas, también existe el riesgo de caer en un institucionalismo que diluye las demandas genuinas. Las voces allí presentes abogaron por formas de activismo más audaces, que no solo busquen la inclusión del feminismo en los márgenes de la legislación, sino que reclamen una reestructuración total de la narrativa de poder en todos los niveles.
La actual convergencia de movimientos sociales y la heterogeneidad de la audiencia de la tertulia también sugiere que el feminismo no puede existir en un vacío. Las luchas feministas deben interconectarse con otras luchas sociales: la ecología, los derechos laborales y la justicia racial, entre otras. Este enfoque holístico no solo enriquece el discurso, sino que también apela a un sentido de urgencia compartida. Cuestionar las estructuras sociales que perpetúan la desigualdad requiere una visión asertiva de interconexión, algo que «Hora 25» logró exponer con gran maestría.
Finalmente, es inevitable considerar el impacto que este tipo de encuentros puede tener en la percepción colectiva del feminismo. La tertulia no se limitó a presentar teorías abstractas; se centró en la vivencia de las mujeres, lo cual resulta visceralmente atractivo. Al transformar la charla en un espacio íntimo y accesible, se posibilitó que el público se sintiera parte de una conversación más amplia sobre su propio papel en el tejido social y las luchas por la justicia de género. Este cambio de perspectiva es esencial: la lucha feminista no es una lucha de las mujeres, sino una lucha que debe ser adoptada por todos.
La experiencia de escuchar esas voces diversas en el micrófono de «Hora 25» es una invitación a cuestionarnos a nosotros mismos, a desentrañar nuestras propias comprensiones sobre el feminismo y a involucrarnos con un movimiento que sigue evolucionando. A medida que el diálogo avanza, queda claro que el feminismo no solo es sobre exigir derechos, sino también sobre la creación y el cultivo de un mundo donde cada voz pueda resonar libremente.