¿Por o feminista? Un error que revela mucho más

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En el vasto y enrevesado panorama de la lucha social, la pregunta “¿Por o feminista?” resuena con una intensidad casi provocadora. A primera vista, podría parecer un término inocuo, una mera cuestión de orientación ideológica. Sin embargo, al desmenuzar la concepción de esta interrogante, descubrimos un error que desvela una crítica aplastante sobre la insensibilidad y la resistencia al cambio que aún prevalece en muchas esferas de nuestra sociedad.

La polarización del discurso sobre el feminismo es evidente. Desde quienes claman a favor de la igualdad hasta aquellos que buscan deslegitimar un movimiento que, en esencia, busca una vida menos desigual y más justa. Este acto de cuestionar la validez del feminismo ha dejado de ser un mero desacuerdo y se ha convertido en un epítome de la ignorancia estructuralizada que subyace en un patriarcado añejo y rancio.

“¿Por o feminista?” implica una disyuntiva superficial que no aborda las múltiples capas y matices de lo que el feminismo realmente implica. Esta simplificación no solo es errónea, sino que también traza límites en la forma en que entendemos y abordamos las complejidades del género y la desigualdad. Esa mirada reduccionista limita las posibilidades de que una conversación más rica y significativa tenga lugar.

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A lo largo de la historia, el feminismo ha evolucionado, adaptándose y reconfigurándose para responder a las necesidades y luchas de las mujeres en diversas culturas y contextos. La lucha por la igualdad de género ha tomado diversas formas, desde el acceso al voto hasta la lucha contra la violencia de género, cada una de estas etapas ha marcado un hito en la construcción de un mundo más equitativo. Pero, ¿por qué sigue existiendo este renuente cuestionamiento de su validez? ¿Es acaso el miedo a perder privilegios lo que mantiene la resistencia?

El hecho de que exista una necesidad de cuestionar el movimiento feminista pone de manifiesto una disonancia cognitiva que resulta profundamente intrigante. Se plantea entonces la pregunta: ¿Qué encuentran tan amenazante aquellos que se niegan a aceptar el feminismo? Es innegable que el feminismo ha traído consigo una serie de reformas sociales que, aunque pueden ser percibidas como perturbadoras, son, de hecho, necesarias. El miedo al empoderamiento femenino ha fomentado esta hostilidad, revelando más sobre la fragilidad de la masculinidad hegemónica que sobre la fuerza del movimiento feminista.

Además, al cuestionar “¿Por o feminista?”, se expone una contradictoria naturaleza del discurso contemporáneo. Muchos sostienen que ya no necesitan etiquetas, que el concepto de feminismo es anacrónico en un mundo que aspira a la equidad. No obstante, esta afirmación minimiza la historia, la lucha y las conquistas que han sido alcanzadas gracias a las feministas de antaño y las actuales. ¿Puede realmente haber un progreso sin reconocer las luchas pasadas? Este desprecio por el legado feminista es, en sí mismo, un acto de deslealtad hacia un movimiento que ha salvado vidas y ha proporcionado herramientas invaluables para la emancipación.

Un error que es crucial señalar es el de la trivialización del feminismo, considerado como un capricho para algunas. La lucha feminista no es un mero subvencionado capricho contemporáneo. Es un llamado a la acción, un grito desgarrador que refleja la frustración acumulada de siglos de opresión. El feminismo se adentra en las entrañas de un sistema que no solo ha subyugado a las mujeres, sino que ha perpetuado la injusticia social en todas sus formas. Ignorar esto es no solo erróneo, sino también profundamente peligroso.

Por lo tanto, nos hallamos ante una oportunidad invaluable para profundizar en el entendimiento y la aceptación de la causa feminista. Esta pregunta no es solo una provocación, es un desafío que debemos aceptar. La respuesta a “¿Por o feminista?” debería ubicarse no en la negación, sino en la afirmación de la necesidad de un cambio radical en la forma en que percibimos el mundo y las relaciones de género. Este es el momento de dejar de lado los dimes y diretes superficiales, y comprometernos con un diálogo que busque la transformación radical de estructuras arraigadas.

La próxima vez que uno se pregunte “¿Por o feminista?”, quizás sea el instante para voltear la pregunta. ¿Por qué no ser feminista? Tal vez la respuesta resida en el temor de confrontar la inercia de nuestro entorno o tal vez en la renuencia a generalizar la necesidad apremiante de justicia social. Pero el verdadero desafiante no está en rechazar el feminismo, sino en comprender las muchas formas que toma la lucha y reconocer que no hay alternativa viable a la justicia y equidad.

La lucha feminista no es solo un problema de mujeres, es un problema de todos. Es un llamado a la humanidad para unirse, para forjar un tejido social donde la igualdad y la dignidad sean la norma y no la excepción. En esta travesía, el feminismo es la luz que puede iluminar el camino hacia un futuro en el que las barreras de género ya no dictan el destino de las vidas humanas. Y es en este tejido interconectado donde debe encontrarse el propósito común de una sociedad más justa.

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