¿Por qué el feminismo sigue siendo necesario hoy? Actualización 2025

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En el año 2025, parece que el feminismo sigue siendo un tema de conversación candente y, a menudo, polémico. Con la aparición de numerosos movimientos sociales y avances en la legislación, es natural que surjan preguntas sobre la relevancia del feminismo en la actualidad. Sin embargo, la necesidad del feminismo no solo persiste; se ha vuelto incluso más urgente. A continuación, desglosaremos algunas de las razones que subyacen a esta necesidad y ofreceremos un análisis crítico de la situación contemporánea.

Una de las observaciones más comunes sobre el feminismo es que, en sociedades que han logrado ciertos avances en la igualdad de género, se puede percibir como un fenómeno obsoleto. La realidad es que estos avances no son universales. Aún existe una brecha salarial significativa entre hombres y mujeres, donde ellas cobran, en promedio, un 20% menos que sus contrapartes masculinas por el mismo trabajo. Esta disparidad, lejos de ser un relicto del pasado, es una manifestación clara de un sistema patriarcal que aún perdura. La retórica que argumenta que el feminismo ha cumplido su deber es, en esencia, un intento de minimizar las injusticias que persisten en el entorno laboral y en la vida cotidiana de muchas mujeres.

Es, por tanto, imperativo reconocer que el feminismo no se trata simplemente de abogar por mayores derechos para las mujeres, sino de desmantelar un sistema que perpetúa la desigualdad. Este sistema se manifiesta no solo en el ámbito laboral, sino también en las expectativas sociales y culturales. La presión sobre las mujeres para que encajen en ciertos moldes —como ser la madre perfecta, la esposa obediente o la trabajadora abnegada— sigue siendo abrumadora. Desafiar estas normas es una de las razones fundamentales por las cuales el feminismo sigue siendo necesario.

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A su vez, las violencias de género se mantienen como una de las lacras más profundas de nuestra sociedad. Los feminicidios, el acoso sexual, la violencia doméstica y el machismo son problemas que parecen estar en aumento, a pesar de los esfuerzos por erradicarlos. Durante las últimas décadas, los aullidos de las mujeres que demandan justicia resonaron en las calles, y aunque estas manifestaciones han llevado a cambios legislativos en algunos países, en muchas partes del mundo, la situación sigue encontrando ecos de silencio. El feminismo, en su esencia, no solo busca visibilizar estas realidades, sino ponerlas en el centro de la discusión pública, recusando el silencio que las rodea.

A medida que avanzamos en el siglo XXI, el feminismo también ha tenido que adaptarse a los nuevos desafíos que se presentan. La interseccionalidad se ha convertido en un concepto crucial en esta evolución, permitiendo a las voces de las mujeres de diversas etnias, clases sociales y orientaciones sexuales entrar en un diálogo más amplio. Esta mayor inclusividad ha puesto de relieve la importancia de considerar cómo diferentes identidades afectan la experiencia de la opresión. La lucha de una mujer negra, por ejemplo, está profundamente influenciada por su raza y clase social, así como por su género. Ignorar estas capas es desestimar la pluralidad de experiencias que forman el tejido del feminismo contemporáneo.

Un punto relevante que pocas veces se menciona es el impacto del capitalismo en la lucha feminista. El sistema económico actual fomenta la competencia y la objetivación de las mujeres, lo que refuerza aún más las desigualdades de género. A pesar de haber sabido capitalizar el feminismo en varias ocasiones —donde conceptos como el «empoderamiento femenino» son utilizados como estrategias de marketing— el resultado es que las estructuras que perpetúan la desigualdad permanecen intactas. El feminismo, por tanto, se enfrenta no solo al machismo que opera a nivel social, sino también al capitalismo que mercantiliza la lucha por la igualdad.

Otro argumento que aboga por la necesidad del feminismo a día de hoy es la salud mental. Un creciente número de mujeres está enfrentando problemas de salud psicológica, exacerbados por la presión de cumplir con los estándares sociales. El feminismo no solo aborda las injusticias externas, sino que también ofrece herramientas para que las mujeres reconozcan su autonomía y se reafirmen en su identidad, lo que resulta crucial para fomentar una mejor salud mental. Además, cuestionar lo que la sociedad espera de cada mujer abre la puerta a un espacio donde la vulnerabilidad y la fortaleza no son mutuamente excluyentes, sino complementarias.

Finalmente, no podemos pasar por alto el auge del extremismo y la retrocesión de los derechos de las mujeres en varias partes del mundo. Países donde los derechos fundamentales están siendo coartados al amparo de legislaciones retrógradas muestran que el feminismo es una cuestión global, no local. La lucha de las mujeres en esos entornos es un recordatorio constante de que la libertad y la autonomía están lejos de ser un hecho consumado. Por ello, la solidaridad internacional entre feministas es más vital que nunca.

En conclusión, el feminismo no es solo necesario; es una cuestión de supervivencia social y cultural. A medida que el mundo avanza, también lo hacen las luchas que deben ser libradas. La resistencia será siempre un acto de rebeldía contra un sistema que busca perpetuar la desigualdad. El camino hacia la equidad es arduo, pero cada voz que se alza, cada acción que se emprende, es una chispa que alimenta el fuego de la transformación o, al menos, de la resistencia. Un mundo más igualitario es posible, y el feminismo seguirá siendo la antorcha que iluminé ese camino.

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