¿Por qué feminismo y no igualdad? Una cuestión de prioridades

0
7

La frase «igualdad de género» está tan omnipresente en el discurso contemporáneo que se ha convertido en un mantra casi sagrado, una suerte de bálsamo para conciencias inquietas. Es un concepto seductor, ¿quién podría estar en contra de la igualdad? Sin embargo, plantearse «¿Por qué feminismo y no igualdad?» es un cuestionamiento que invita a la reflexión crítica sobre las prioridades inherentes a la lucha por los derechos de las mujeres. Porque, al fin y al cabo, el feminismo no es simplemente la búsqueda de un trato equitativo; es una reivindicación del derecho a ser reconocidas en toda nuestra complejidad, lejos de la simplificación que a menudo trae la palabra «igualdad».

La igualdad es un término nebuloso, un concepto que puede abarcar una multitud de significados que se desdibujan al aplicarlos a diferentes contextos. Es, en su esencia, una aspiración que, si bien resulta noble, carece de la fuerza necesaria para desafiar la estructura social patriarcal que ha existido durante milenios. Apelar a la igualdad puede ser, en muchos casos, una trampa que nos priva de la posibilidad de cuestionar de forma radical la manera en que construimos nuestras relaciones sociales, laborales y personales. Pero, ¿por qué es esto así?

En primer lugar, el feminismo es una respuesta a una historia de opresión. A lo largo de los siglos, las mujeres han enfrentado una historia de violencia, discriminación y exclusión sistemática. Para abordar esta cuestión fundamental, es imperativo adoptar un enfoque que no solo busque la igualdad, sino que también aborde las raíces de dicha opresión. Este enfoque radical, que desafía el status quo, es fundamental para construir sociedades equitativas. Cuando hablamos de feminismo, nos referimos a la necesidad de desmantelar las estructuras que perpetúan la desigualdad y la violencia de género, y eso requiere un análisis profundo y un compromiso a largo plazo.

Ads

Además, al hablar del feminismo, se pone de manifiesto una pluralidad de voces y experiencias que trascienden las nociones limitadas que suelen asociarse a la igualdad. En lugar de tratar de encajar a todas las mujeres en un único molde de «igualdad» que pueda fácilmente ser desvirtuado por un discurso hegemónico, el feminismo nos invita a escuchar y amplificar las voces de aquellas que han sido silenciadas. Esta diversidad representa la riqueza del movimiento y su capacidad para abordar las interseccionalidades que definen la experiencia femenina, desde las razas hasta las orientaciones sexuales.

Pero hablemos de prioridades. La lucha por la igualdad tiende a enfocarse en el acceso a oportunidades similares. Sin embargo, este enfoque a menudo ignora la violencia estructural que enfrentan muchas mujeres. En lugar de estar centradas en conseguir los mismos derechos que sus contrapartes masculinas (en un entorno que ya está diseñado para favorecer a los hombres), las feministas abogan por transformar esos entornos. Esto incluye demandar medidas concretas que garanticen la seguridad, la autonomía y el respeto a las mujeres en todas las esferas de la vida, desde el hogar hasta el trabajo.

El abandono del término «igualdad» en favor del «feminismo» también resuena en la forma en que se utilizan las políticas públicas y las iniciativas sociales. El feminismo exige un compromiso claro para atender las necesidades específicas de las mujeres en su contexto particular. Esto significa no solo hablar de igualdad salarial, sino también de derechos reproductivos, acceso a servicios de salud, educación de calidad y un entorno social que permita a las mujeres vivir sin temor a la violencia o la discriminación.

Al elegir el feminismo, también estamos eligiendo un enfoque que no se limita a las luchas tradicionales por derechos individuales. Aquí radica una de las contradicciones más intrigantes: mientras que la búsqueda de la igualdad puede desconectarse de las realidades vividas, el feminismo está intrínsecamente ligado a la transformación de la sociedad en su conjunto. No se trata de que las mujeres tengan exactamente lo mismo que los hombres; se trata de redefinir lo que ese «mismo» significa en un mundo donde las estructuras de poder son inherentemente desiguales.

Y si la igualdad parece un objetivo atractivo, el feminismo encarna una promesa de cambio radical que no puede ignorarse. ¿Qué significa realmente ser «igual» en un sistema que ha sido diseñado para marginar a las mujeres? La igualdad sin una crítica del patriarcado puede verse como un esfuerzo vano. Se trata de desmantelar y reconstruir, no solo de redistribuir. En este sentido, el feminismo no solo es un movimiento, sino una revolución necesaria.

Finalmente, al elegir el feminismo sobre la simple noción de igualdad, estamos abogando por un cambio cultural que va más allá de la superficie. Este cambio radical implica cuestionar las narrativas que nos han sido impuestas y visibilizar las luchas históricas de las mujeres que, a menudo, se han visto relegadas al olvido. Esa historia reclama su lugar en la actual lucha por la justicia. Elegir feminismo es elegir un enfoque inclusivo que mira hacia el futuro mientras honra los sacrificios del pasado.

Así que, antes de sucumbir a la tentación de minimizar nuestras demandas bajo el paraguas de la «igualdad», cuestionemos: ¿no es el feminismo la verdadera lucha, el verdadero camino hacia la transformación de nuestras comunidades? ¿No es hora de priorizar un cambio que no solo busca reflejar el patriarcado, sino que busca desmantelarlo por completo?

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí