En los últimos años, ha surgido un fenómeno singular en el ámbito de la lucha por la igualdad de género: la creciente visibilidad de los hombres feministas. Este hecho ha generado una curiosidad casi innecesaria, pues disfraza una complejidad inherente. ¿Por qué algunos hombres que se declaran feministas parecen acaparar la atención mediática y social? A primera vista, podría parecer que el simple hecho de identificarse como feminista otorga a los hombres un estatus especial dentro de un movimiento que ha sido históricamente liderado por mujeres. Sin embargo, esta visibilidad responde a una confluencia de factores que merecen ser analizados con atención.
Primero, es indispensable entender la noción de «nuevas masculinidades». Este concepto se refiere a un conjunto de masculinidades que desafían los estereotipos tradicionales que han definido históricamente el comportamiento masculino. Los hombres que se alinean con el feminismo a menudo abrazan valores como la empatía, la vulnerabilidad y la igualdad, propuestas articuladas desde una perspectiva crítica hacia el patriarcado. Sin embargo, este discurso se ha institucionalizado y, en cierta manera, se ha convertido en un nuevo nicho de mercado. ¿Acaso esto no transforma la lucha feminista en una mera oportunidad de performatividad masculina en la esfera pública?
La rápida visibilidad de los hombres en el ámbito feminista refleja, en parte, un cuestionamiento profundo sobre la masculinidad misma. Estas nuevas masculinidades son una respuesta imperiosa a los problemas que han surgido de un machismo tóxico, que no solo afecta a las mujeres, sino que también encierra a los hombres en modelos dañinos de conducta. No obstante, la percepción de que los hombres feministas son «más interesantes» o «más valiosos» que sus contrapartes femeninas es un fenómeno que merece una crítica aguda. La fascinación hacia ellos apela a una necesidad cultural de validación masculina en un espacio que antes les era ajeno.
A la hora de abordar el fenómeno de la visibilidad masculina en el feminismo, no se puede pasar por alto la estructura de poder que persiste en nuestra sociedad. Históricamente, los hombres han ocupado espacios de privilegio, y su participación en el feminismo también puede ser interpretada como una intención de reconquistar una forma de influencia que, al tiempo que es beneficiosa, refuerza las dinámicas patriarcales que el feminismo busca erradicar. Por lo tanto, esta visibilidad debe ser matizada: no es solo una señal de progreso, sino un recordatorio de que la lucha por la igualdad de género debe mantenerse alerta frente a los resabios del patriarcado que pueden infiltrarse incluso en las filas de sus aliados más declarados.
Además, la visibilidad de hombres feministas desafía las normas sociales sobre la violencia de género y la salud mental masculina. Estas nuevas masculinidades suelen acoger un discurso que promueve la ayuda emocional y, de forma irónico, estas intervenciones son a menudo recibidas con más apertura cuando provienen de hombres. Esto pone en evidencia cómo las mujeres, que han defendido la sensibilidad y la empatía durante generaciones, a menudo son ignoradas o silenciadas, mientras que las voces masculinas son elevadas y celebradas. ¿Por qué la sensibilidad masculina se considera más revolucionaria que la femenina?
En este contexto, hay que mencionar el riesgo de que la lucha feminista se convierta en un espectáculo en sí mismo, donde los hombres se vuelvan la cara “preferida” del feminismo. Esto podría dar lugar a lo que algunos autores han denominado «feminismo de caballero», donde los hombres son vistos como los salvadores de las mujeres, en lugar de reconocer la autonomía y la fuerza de las mujeres en su propia lucha. Esta distorsión puede diluir la esencia del feminismo, relegándolo a la esfera de «moderación» por parte de hombres, desvirtuando el verdadero significado de la lucha por la igualdad.
Sin embargo, es esencial entender que no todos los hombres feministas buscan ocupar el centro del escenario. Muchos lo hacen desde un lugar de apoyo, intentando compartir el poder, en lugar de reclamarlo. Estos hombres son, de hecho, fundamentales para el avance del feminismo. La colaboración equitativa, la escucha activa y la reivindicación de la voz femenina son pilares que estos hombres deben incorporar con humildad y respeto. En este sentido, es crucial reconocer que la visibilidad no debería ser sinónimo de protagonismo, y que la lucha por la equidad debe ser inclusiva, pero sin perder de vista la lucha de las mujeres por su propio espacio y voz.
Finalmente, la reflexión sobre la visibilidad de los hombres feministas debe llevarnos a un lugar crítico. Es un fenómeno fascinante, sin duda, pero también es un recordatorio de las dinámicas de poder que perduran en nuestra sociedad. La lucha por la igualdad de género es un esfuerzo colectivo que debe ser guiado por la solidaridad genuina, en la que cada persona, independientemente de su género, trabaja en conjunto para desmantelar un sistema que ha beneficiado a unos sobre otros. Si los hombres quieren ser visibles dentro del feminismo, será imperativo que lo hagan de una manera que no eclipse las luchas y las voz de las mujeres, sino que les preste un altavoz, en silencio y apoyo. Solo entonces podremos avanzar hacia una verdadera equidad, un lugar donde todas las voces son escuchadas, apreciadas y valoradas por igual.