¿Por qué los hombres no soportan la crítica feminista? Machismo y resistencia.
Imagina un mundo donde la crítica es recibida con los brazos abiertos y donde las palabras son herramientas de construcción, no armas de destrucción. Sin embargo, el panorama actual revela un fenómeno desconcertante: la resistencia masculina ante la crítica feminista. Pero, ¿por qué esta aversión tan palpable? Para desentrañar esta cuestión, es fundamental sumergirse en el entramado del machismo y la resistencia que han pervivido a lo largo de los siglos.
En primer lugar, estamos ante una construcción social profundamente arraigada: el machismo. Esta forma de pensar perpetúa la idea de que el hombre debe ser el dominante, el que guía, el que detenta el poder. El feminismo, con su crítica incisiva y fundamental, desafía esta narrativa. Cada vez que una mujer alza la voz, desmantela las estructuras de privilegio que muchos hombres dan por sentadas. La provocación de esta crítica pone en tela de juicio no solo el comportamiento individual, sino también un sistema que ha mantenido al varón en una posición de privilegio. Es inevitable que esto genere resistencia. Y aquí surge la pregunta: ¿por qué no aceptar la crítica y transformarse?
Uno de los aspectos más inquietantes de esta resistencia es la percepción del feminismo como una amenaza. Muchos hombres lo interpretan como un ataque directo a su identidad. Cuando se habla de desigualdad, de violencia de género, de acoso sexual, la reacción inmediata de algunos varones es defensiva. Se sienten recorridos por una especie de pánico que les obliga a posicionarse. ¿Acaso su valía como hombres les condiciona a tener que defender indefectiblemente su estatus? Aquí se presenta un dilema: la negación de la realidad les permite no cuestionar sus privilegios. Sin embargo, esta negación es más una muestra de fragilidad que de fortaleza.
Otro elemento de interés es la construcción de la masculinidad. Desde una edad temprana, a los hombres se les enseña a ser fuertes, a no llorar, a evitar cualquier expresión que pueda considerarse «débil». El feminismo, al atacar estos estereotipos nocivos, se convierte en un bien malentendido. Los hombres que llegan a confrontar esta crítica a menudo lo hacen desde un lugar de incomodidad y miedo a perder lo que conocen. Aquí hay que preguntarse: ¿no sería más liberador abrazar la vulnerabilidad y reflexionar sobre lo que significa ser un hombre en el siglo XXI?
A lo largo de la historia, el machismo ha sido alimentado por un sistema educativo que muchas veces premia la agresividad y la competencia, mientras que minimiza la empatía y la cooperación. ¿Acaso no resulta irónico que los hombres a menudo se perciban como los ‘ganadores’ en esta carrera, cuando en realidad son prisioneros de su propia construcción social? Es una paradoja. Es posible que al resistirse a la crítica feminista, estén cerrando la puerta a un diálogo constructivo que podría beneficiarlos tanto a ellos como a la sociedad en su conjunto.
En este contexto, hay que mencionar el papel que juegan los hombres en el feminismo. Hay un creciente número de hombres que se autodenominan aliados. Pero la cuestión es: ¿son realmente aliados o simplemente intentan calmar su conciencia? Muchos hombres aún ven el feminismo a través de la lente de su propia experiencia, perdiendo de vista la interseccionalidad que define la lucha feminista. Posiblemente, esto contribuye a que los hombres se conviertan en defensores del neoliberalismo dentro de la lucha por la igualdad, en lugar de verdaderos agentes de cambio.
A medida que la crítica feminista se hace más visible, también se vuelven más prominentes las reacciones de hombres que se sienten atacados. La gráfica de la violencia machista, como indica el reciente aumento, pone de manifiesto que esta resistencia a la crítica no es simple retórica. Muchos hombres, en un intento desesperado por cercenar la voz de las mujeres, eligen la violencia como forma de respuesta. Este comportamiento, tal vez, podría ser analizado como un grito de angustia. ¿Realmente es tan amenazante escuchar de frente las verdades que el feminismo plantea?
La crítica feminista invita a la reflexión, pero muchos hombres la convierten en un ataque. En lugar de aceptar la imperfección humana y escuchar, prefieren construir muros. ¿Es este comportamiento una señal de fortaleza o, más bien, un indicativo del miedo a perder un mundo que, quizás, nunca debió pertenecer únicamente a ellos? Las preguntas son incómodas, pero deben plantearse: ¿se tolera realmente la crítica en una sociedad que aún se aferra a antiguos dogmas de control y dominio?
Resistir la crítica feminista no solo es perjudicial para las mujeres, sino que también implica un retroceso para los hombres. Cada vez que se desestima una voz feminista, se niega la oportunidad de crecer y evolucionar. Propongo, por tanto, un cambio en esta narrativa negativa. Invito a los hombres a preguntarse: ¿qué pasaría si, en lugar de resistir, se abrieran a la crítica y abrazaran el aprendizaje y el autoconocimiento? Solo así se podrá construir una sociedad más equitativa, donde tanto hombres como mujeres gocen de las mismas oportunidades y libertades.
Finalmente, es incuestionable que la crítica feminista es un reto. Pero, ¿acaso no es en los retos donde se encuentra el verdadero crecimiento? La resistencia a dicha crítica, por tanto, se convierte en una barrera que no solo afecta a uno, sino a todos. Es hora de derribar esas murallas y construir puentes. Es hora de que los hombres se atrevan a escuchar y a cambiar.