¿Por qué no escuchamos más canciones feministas? Industria musical en deuda

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La industria musical se presenta como un vasto océano, en el que los ecos de melodías vibrantes se entrelazan con letras que a menudo perpetúan estereotipos arcaicos. Sin embargo, en medio de este torbellino de conformismo sonoro, surge un goteo silencioso de voces que claman por la equidad: las canciones feministas. Pero, ¿por qué su presencia es tan elusiva? ¿Por qué no escuchamos más canciones que aboguen por la igualdad de género? La respuesta no es simple, pues la industria musical está profundamente en deuda con el feminismo y es hora de explorar las razones de esta parálisis artística.

En primer lugar, debemos considerar la naturaleza del mismo arte musical. La música tiene el poder de movilizar, de despertar conciencias adormecidas y de sembrar semillas de cambio. Sin embargo, a menudo se convierte en un mero vehículo de entretenimiento, abrumada por las presiones comerciales que convierten el contenido en un producto de consumo rápido. Este fenómeno, conocido como la ‘cultura del instante’, ha colocado en el altar del éxito a aquellos artistas que, a menudo, eligen ignorar la furia del feminismo, ya que la provocación puede ser considerada un riesgo en una industria que prioriza el revenue sobre el debate social.

Las letras que glorifican el amor romántico, el hedonismo, y la superficialidad pululan en las listas de popularidad. Contrastan notablemente con las canciones feministas, que, aunque pueden ser menos accesibles, poseen un mensaje profundo y transformador. La disonancia es evidente. ¿Cuántas veces hemos escuchado la frase “mientras más vendes, menos arriesgas”? Esta es la mantra que acalla a muchas voces esenciales en la música. Y, en esta silenciosa complicidad entre industria y artistas, la voz feminista se va desvaneciendo.

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No obstante, este fenómeno no es casual. La historia de la música está marcada por un patriarcado vehemente que ha moldeado los espacios de creación y distribución. Desde los inicios del blues hasta el auge del pop contemporáneo, la mayoría de los grandes nombres han sido hombres. Dicha imagen sobrerrepresentada no es únicamente una cuestión de producción; también se refleja en la selección y la promoción de los géneros musicales. ¿Por qué seguir escuchando letras que banalizan la experiencia femenina mientras que las voces del cambio permanecen en la penumbra?

Además, debe mencionarse la resistencia que las artistas feministas enfrentan tanto de la crítica como del público. La reacción adversa ante obras que abordan cuestiones como la violencia de género, la sexualidad y el empoderamiento es notoria. A menudo se acusa a las creadoras de ser ‘demasiado agresivas’ o ‘radicales’. Esta percepción errónea inhibe no solo la creación de más música comprometida, sino también su recepción. Se ha llegado a un punto en que para que las mujeres sean aceptadas en la industria, muchas optan por diluir su mensaje o incluso sacrificar su autenticidad. Aquí la pregunta fundamental es: ¿por qué el miedo a esta autenticidad? ¿Acaso el esfuerzo por cambiar el statu quo resulta amenazante?

Adentrándonos más en la cuestión, es crucial reconocer el papel que juega la promoción y el marketing. Las plataformas de streaming y radio han sido cómplices en la reducción del contenido feminista al margen. Esta invisibilidad es un reflejo de la falta de apoyo institucional para crear espacios donde estas voces sean escuchadas. La playlist “feminista” sigue siendo una rareza en muchas plataformas, y eso no es un accidente. La falta de inversión en la difusión de artistas que rompen con el molde tradicional perpetúa una rueda de exclusión sistemática.

Sin embargo, el horizonte no es completamente sombrío. Tal vez, en medio de este desolador panorama, nos encontremos ante un renacer vibrante. El surgimiento de movimientos como el #MeToo y la creciente conciencia sobre las injusticias sociales han propiciado un resurgimiento del activismo musical. Artistas de distintas generaciones, desde las ya consagradas hasta las emergentes, están comenzando a alzar la voz de maneras implacables. Ejemplos contemporáneos como Billie Eilish, Rosalía o La Femme representan una transgresión del género y un llamado al empoderamiento femenino. Estas artistas no solo están creando música, están creando un hogar para la identidad femenina en la totalidad de su complejidad.

El desafío inmediato es transformar esta oleada de conciencia en una demanda masiva. Las oyentes y los oyentes deben elevar sus voces, haciendo eco de esa insatisfacción que nos embarga. No más canciones que trivialicen la lucha; es tiempo de exigir un cambio radical en la forma en que se producen y se promocionan las obras. La fórmula debe ser clara: menos conformismo, más radicalidad. La industria musical no puede seguir silenciando las voces que tanto necesita escuchar.

En conclusión, el panorama musical contemporáneo está, sin lugar a dudas, marcado por una escasez de voces feministas. A pesar de ello, a medida que la conciencia social se expande y las generaciones más jóvenes exigen limpieza en las letras, la ola de cambio es inminente. La industria está en deuda, no solo con las artistas que la sustentan, sino con toda una generación que busca en la música una expresión genuina de su lucha. La música feminista no debe ser un susurro en un rincón; debe resonar en los corazones y las mentes, desafiando y desmantelando las estructuras que han mantenido a las mujeres en el silencio. ¡Es hora de que la música feminista tome el centro del escenario!

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