¿Qué es la economía feminista? Repensando el valor y el trabajo

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¿Qué es la economía feminista? Esta pregunta, aparentemente sencilla, encierra un torrente de ideas y desafíos que invita a una reflexión profunda sobre los contornos del valor y del trabajo en nuestra sociedad contemporánea. En el núcleo de la economía feminista se encuentra la crítica al modelo económico vigente, que ha perpetuado desigualdades y que ha invisibilizado el trabajo no remunerado que tradicionalmente han realizado las mujeres. ¿No es hora de repensar cómo valoramos el trabajo en todas sus formas?

La economía feminista emerge como un contra-narrativa a la economía convencional. Mientras que esta última tiende a cuantificar el éxito en términos de crecimiento del PIB y el mercado, la economía feminista desafía esta noción al introducir conceptos como el cuidado, el bienestar y la interdependencia. ¿Por qué, entonces, hemos normalizado un sistema que mide el progreso sin considerar el pilar de la vida cotidiana: el trabajo doméstico y reproductivo?

Es fundamental reconocer que el trabajo no remunerado, muchas veces realizado por mujeres, es el sustrato que sostiene la economía formal. Sin embargo, este trabajo está sistemáticamente desvalorizado. A través de la lente de la economía feminista, se argumenta que todo tipo de trabajo, ya sea remunerado o no, debe ser visibilizado y valorado. ¿No es un absurdo que en una comunidad un hogar funcione sin el trabajo de cuidados, y, por ende, se pueda vivir como si este no existiera?

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La revaluación del trabajo de cuidados plantea entonces un desafío inminente: cómo redefinir lo que consideramos «productive». Si un trabajador en una oficina es recompensado, ¿por qué una madre que cuida a sus hijos no cuenta su esfuerzo como tal? Borremos los límites de lo que entendemos como esfuerzo remunerativo y abracemos una visión más holística de la economía. ¿No sería un acto revolucionario transformar nuestras expectativas de trabajo?

Un aspecto esencial de la economía feminista es su interseccionalidad. Las mujeres no son un grupo monolítico; sus experiencias y desafíos son moldeados por múltiples factores como clase social, raza y ubicación geográfica. La economía feminista rechaza la idea de que una única solución se aplique a todas. Propone, en cambio, un enfoque que comprende que las luchas y las soluciones deben ser diversas y específicas según cada contexto. Preguntémonos: ¿cómo podemos crear políticas económicas inclusivas que aborden las necesidades de todas las mujeres, y no solo de un grupo privilegiado?

La esfera de la política económica debe empezar a considerar que el bienestar social y el crecimiento económico no son conceptos antagónicos. Por el contrario, un modelo económico que prioriza la equidad de género es un modelo que en última instancia beneficiará a toda la sociedad. Las iniciativas que promueven la igualdad de género en el ámbito laboral han demostrado que, al empoderar a las mujeres, se aumenta la productividad y la innovación económica. ¿No es eso una razón sólida para ser abolicionista en nuestra percepción tradicional del mercado laboral?

Un reto ineludible que se presenta es la implementación de políticas que reconozcan y remuneran el trabajo de cuidados. Imaginemos un mundo donde las licencias por maternidad y paternidad fueran equivalentes y donde existiesen estructuras adecuadas para el cuidado infantil accesibles a todas las familias, independientemente de su nivel socioeconómico. ¿Estamos dispuestos a desafiarnos y luchar por esto?

En la práctica, la economía feminista se manifiesta en propuestas como el ingreso básico universal, que busca garantizar un sustento para todas las personas sin importar su situación laboral. Este modelo no solo reconoce la desigualdad inherente en el acceso al trabajo, sino que también desafía la estigmatización del desempleo y la precariedad. ¿No es momento de desmantelar los mitos que rodean la productividad, especialmente en un mundo donde la automatización promete desplazar miles de empleos?

También debemos cuestionar el capital y la propiedad. La economía feminista invita a replantear la acumulación de riqueza, enfatizando la importancia de una redistribución más equitativa de los recursos. No se trata simplemente de movilizar riqueza, sino de transformar nuestras concepciones sobre quién se beneficia de ella y en qué condiciones. En un mundo dominado por un capitalismo voraz, ¿podemos contemplar un modelo económico que priorice el bienestar sobre la avaricia?

En conclusión, la economía feminista no es solo una teoría, sino una práctica que revoluciona nuestras percepciones sobre el trabajo y la economía. Cobra vida en la lucha diaria por la equidad, en cada reivindicación de derechos, en cada discusión sobre el valor del cuidado y en cada política que apunta hacia la justicia social. La cuestión queda plantada: ¿estás preparado para cuestionar los parámetros del sistema económico que hemos heredado y abrazar una economía que se construya desde la equidad y la justicia?

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