¿Sigue vigente hoy el movimiento feminista? Esta pregunta podría parecer retórica para algunos, pero plantea una inquietante disyuntiva que resuena en cada rincón de la sociedad contemporánea. A lo largo de la historia, el feminismo ha sido una fuerza transformadora, desmantelando los cimientos de una patriarcado que se niega a morir. Sin embargo, en un mundo donde la igualdad de género se promulga y se celebra, ¿realmente se han cerrado las brechas? ¿O acaso han surgido nuevas formas de opresión que el movimiento aún no ha logrado erradicar?
Empecemos por vislumbrar el contexto actual. Las conquistas feministas de las últimas décadas han sido indiscutibles: avances legislativos, derechos reproductivos, y una mayor presencia de mujeres en esferas de poder. Sin embargo, el feminismo no se trata solo de logros en un papel, sino de una lucha visceral contra estructuras opresivas. En este sentido, el movimiento sigue siendo muy relevante, ya que la experiencia de ser mujer sigue siendo profundamente heterogénea e inequívoca en diferentes contextos socioculturales y económicos.
The challenge here is to scrutinize the current state of the feminist movement. The rise of new social movements, algunas veces catalogados como «tercera ola» o incluso «cuarta ola» del feminismo, introduce varias interrogantes: ¿están alineados con las bases del feminismo clásico o se desvían de su propósito original? Los debates en torno a la interseccionalidad han redefinido el espectro feminista, planteando que las mujeres no experimentan la opresión de la misma manera. Raza, clase, y orientación sexual se entrelazan en una compleja red de privilegios y desigualdades que el feminismo debe considerar.
En este panorama, las voces de las mujeres trans y no binarias han exigido su lugar en el discurso feminista. Algunos sectores del feminismo tradicional han respondido con resistencia, defendiendo un espacio que consideran exclusivo para las mujeres cisgénero. Aquí es donde se abre una grieta peligrosa; si el movimiento feminista se permite dividirse, ¿quién realmente ganará? Un feminismo que no sea inclusivo, que no abarque todas las experiencias de vida, corre el riesgo de jugar el mismo juego que el patriarcado: la exclusión por razones de identidad. Entonces, cuestionemos: ¿puede un movimiento que se sostiene sobre la opresión de otros ser verdaderamente liberador?
Otra faceta crítica a considerar es el impacto del capitalismo en la lucha feminista. Mientras la desigualdad económica continúa exacerbándose, el feminismo ha sido cooptado por discursos de empoderamiento que a menudo reducen la lucha a un consumo responsable. Las mujeres son animadas a «romper el techo de cristal» no solo a través de la igualdad de salarios, sino también a través de la «autonomía financiera». Pero, ¿es esto suficiente? ¿O es esta una ilusión perfecta, diseñada para distraernos de las luchas estructurales por la verdadera redistribución del poder y los recursos?
Las redes sociales han sido un catalizador significativo para el feminismo contemporáneo, permitiendo que voces previamente silenciadas sean escuchadas. Movimientos como #MeToo han revelado la prevalencia del acoso y la violencia en todos los niveles de la sociedad. Sin embargo, este poder no viene sin su propia cuota de desafíos. La viralidad a menudo sustituye el activismo tangible. Las campañas en línea pueden generar conciencia, pero también generan una falsa sensación de logro y satisfacción. ¿Se trata de una solución efectiva o simplemente de un acto performativo que al final no conduce a un cambio real?
La violencia de género, la desigualdad en el ámbito laboral y la salud reproductiva siguen siendo problemas críticos. A pesar de los avances en algunos frentes, las estadísticas sobre feminicidios y violencia doméstica son escalofriantes. La omnipresente retórica de que estamos «casi allí» o «casi libres» se vuelve una trampa. Nos han enseñado a celebrar pequeñas victorias mientras el monstruo del patriarcado sigue intacto, adaptándose y evolucionando para perpetuar su control. Aquí se plantea otra pregunta: ¿estamos permitiendo que la complacencia se infiltre en nuestras luchas diarias?
En conclusión, el movimiento feminista sigue siendo vigente, pero su continuidad depende de su capacidad para adaptarse, evolucionar y, sobre todo, incluir. La lucha por la igualdad es multifacética, y el feminismo debe reconocer y abordar las múltiples dimensiones de opresión que afectan a las mujeres de diferentes orígenes. Solo entonces podremos aspirar a un verdadero cambio que no solo se celebre en marchas y discursos, sino que resuene en cada aspecto de la vida cotidiana. La pregunta “¿sigue vigente el feminismo?” puede ser respondida con un rotundo sí, pero también debe ir acompañada de un desafío: ¿estamos listas para redefinirlo y llevarlo más allá de su legado histórico hacia una lucha verdaderamente inclusiva y transformadora?